El caracol tuneado

Cierto día, después de un intenso aguacero, un pequeño y laborioso caracol avanzaba tranquilamente, como lo hacen habitualmente los caracoles, por la estrecha rama de un árbol en busca del sol primaveral. Había invertido toda una mañana, y estaba a punto de alcanzar el extremo de la rama. En es momento, otro caracol de concha tuneada y aspecto impulsivo que caminaba tras él se lanzó en un brusco adelantamiento haciendo que el primero se precipitara hasta el suelo. 

El golpe le produjo desperfectos en la concha, y alguna que otra contusión. Mientras se arrastraba de nuevo por la hierba en dirección al tronco, pensó en la acción de su congénere: “Pobre muchacho, no tiene otra cosa de qué presumir nada más que de su insolencia e ímpetu juvenil. Seguro que el estrés y la ansiedad le corren las entrañas”. Y de nuevo, el pequeño caracol emprendió el ascenso, cuando tras varias horas de fatiga alcanzó de nuevo la copa encontró al autor de su accidente cómodamente asentado. A verlo, el caracol de concha tuneada, se puso en guardia creyendo que el pequeño iba a reprenderle por su acción. El pequeño caracol lo miró y le sonrió, y dijo: 

—Por fin he llegado, aun con alguna magulladura. 

El caracol de concha tuneada se quedo perplejo. 

—¿No estás enfadado conmigo por lo que te hice? 

— Preguntó. 

—En absoluto. Comprendo tu actitud y tu precipita￾ción contestó el pequeño.

—De todos modos, perdona.

—No hay nada que perdonar. 

El caracol de concha tuneada quedó más turbado aun.

—¿No estás resentido conmigo? ¿No tienes nada que perdonarme? Te hice 

daño.

—Sí me hiciste daño, pero no fuiste tú, fue tu agresividad la que te dominaba. Cuando comprendemos, no hace falta perdonar.

Desde aquel día, el caracol de concha tuneada cambió su aspecto. Borró sus colores agresivos, comenzó a serenarse, y se esforzó por ser útil a su comunidad. Había comprendido que las bravuconadas y la agresividad a quien más perjudica es a quien las provoca.

No olvidemos nunca que en cualquier circunstancia podemos encontrar las dos caras de la moneda, ni lo malo es solamente malo, ni lo bueno solamente bueno, todo tiene ambas caras, el ying y el yang, cara y cruz, positivo y negativo, todo es según el color del cristal con que se mira, según el color de las gafas que llevas en ese momento. 

Acostumbrémonos siempre a buscar el lado positivo que tiene lo negativo, la parte buena de las personas que muestran en ocasiones la mala por miedos, problemas de autoestima, por creencias erróneas, en definitva por no saber descargar la mochila que llevan a cuestas,  nuestra vida será mucho más feliz.