Dicen que una vez un leñador muy trabajador se presentó a una oferta de empleo en un bosque. Viendo su motivación y su energía, le contrataron enseguida. El jefe le dio un hacha y le mando a cortar árboles.
Cuando acabó el primer día, el dedicado leñador había conseguido traer 18 árboles, una cifra impresionante. Pero el hombre era muy trabajador y quería demostrar que podía hacerlo todavía mejor, y el día siguiente salió a batir su record. Sin embargo, al finalizar el día, solo pudo volver con 15 troncos.
Conforme iban pasando los días el leñador se esforzaba por superarse, pero pese a gastar tanta energía, cada vez volvía con menos árboles. Estaba desesperado.
Fue a hablar con su jefe y le explicó la situación.
– No lo entiendo. Por más que me esfuerce, cada día corto menos árboles.
El hombre que le había contratado le miró y preguntó:
– ¿Cuánto haces que no afilas el hacha?
– ¿Afilar? No tengo tiempo para afilar. Estoy muy ocupado cortando árboles.
A veces el plan de acción es un plan de NO acción, dejar de hacer unas cosas para hacer otras. Si no te paras tu, la vida te para.
Para cada uno de nosotros afilar el hacha tendrá un sentido diferente, pero es importante parar y ver en perspectiva, ver nuestra principal necesidad y qué hay que cambiar para seguir de la mejor manera proactiva en lugar de avanzar forzándonos.
Al tomar un poco de distancia, el trabajo parece menor y podemos ver fácilmente si hay una falta de armonía o proporción. Leonardo da Vinci