Se cuenta que un hombre estaba cansado de que su jefe lo maltratara. Así fue que un día decidió guardar una piedra que le hiciera recordar cada maltrato, cada desprecio, cada humillación que el jefe le hiciera. Esa sería su forma de no olvidar tanto abuso y reclamar justicia.
Así, día tras día, en el bolsillo de su saco fue guardando piedras que le recordaran los agravios de su jefe. Pero al cabo de cierto tiempo y a causa del peso, el bolsillo del saco se le rompió. Entonces el hombre se compró un maletín grande y allí siguió colocando piedras. Cuanto mayor era la injuria por parte de su jefe, más grande era la piedra que guardaba. El maletín se puso tan pesado que el hombre adquirió una valija de viaje con rueditas para guardar más piedras. Todos los días arrastraba su valija cuando iba al trabajo y todos los días regresaba a casa con más piedras.
Un día, el jefe estalló en risas al ver a su empleado arrastrar semejante peso: “¡Usted sí que es un verdadero idiota!”, le dijo.
Ya no tenía espacio en los bolsillos, en el maletín ni en la valija con rueditas, así que el hombre decidió empezar a guardar piedras en su casa. ¡Él debía hacer memoria de cada injusticia o cada insulto! Como su jefe lo seguía maltratando, en poco tiempo la casa del hombre comenzó a llenarse de piedras. Había piedras en el jardín, en la cocina, en la sala en el dormitorio y hasta en el baño. El tiempo pasaba y día tras día el hombre iba a su trabajo con los bolsillos, el maletín y la maleta llenos de piedras, y regresaba a su casa, donde ya no cabía una piedra más.
Una tarde, mientras el hombre estaba sentado sobre un montón de piedras en su jardín, pasó alguien que resultó ser geólogo. Impresionado por la cantidad y variedad de ejemplares, el geólogo hizo correr la voz y rápidamente profesores, decanos, adjuntos, doctores y estudiantes de geología llegaron hasta la casa del hombre para admirar su bellísima colección de piedras.
“¿Es usted un geólogo experto? ¿Cómo consiguió hacerse con una colección de piedras tan completa?”, le preguntaron. Un poco avergonzado el hombre les contó que todo había empezado con una piedrecita que guardó para recordar que lo habían agraviado. Cuando su jefe volvió a insultarlo guardó otra y después otra más. Tantas veces lo había agraviado su jefe que su casa se terminó llenando de piedras. “¡Qué triste es su historia, señor!”, comentaron los geólogos sorprendidos, y se retiraron del lugar.
Ocho meses más tarde, los geólogos volvieron con nuevos alumnos a visitar la colección de piedras del hombre, pero al llegar a la casa observaron que ya no había ninguna piedra y todo el jardín estaba repleto de flores. Cuando llamaron a la puerta y el hombre los recibió, se asombraron al ver que el interior de la casa también estaba lleno de flores de todos los tamaños y colores. ¡Incluso tenía flores sobre los zapatos que calzaba! Al ver la cara de desconcierto de los geólogos, el hombre explicó:
“Yo juntaba una piedra por cada agravio, por cada dolor, pero ustedes me hicieron reflexionar. Resolví que en vez de guardar piedras por cada agravio, ahora plantaría una semilla por cada cosa linda que me pasara. Por eso cambié mi colección y ahora reúno flores.”