Vacíate de lo negativo, llénate de luz

«Hace mucho tiempo, en una pequeña isla conocida como Moloka’i vivía una abuela  maravillosa. La abuela se llamaba Kaili’ohe Kame’ekua. Cuando murió, en 1931, tenía más de cien años. La abuela Kame’ekua y su familia contaban muchas historias a los niños, enseñándoles también antiguos cantos y parábolas. 

Una de las historias, de gran relevancia para la familia, decía así: cada niño nace con un cuenco de luz perfecta. Si el niño cuida bien de la luz, esta crece y se intensifica, lo que le permitirá realizar innumerables proezas como nadar con los tiburones y volar con los pájaros. Sin embargo, hay elementos negativos que se infiltran en la vida del niño... Hay heridas, envidias, enfados, dolor... Estas heridas, enfados o dolor son como piedras que van cayendo al fondo del cuenco. Al acumularse, las piedras acaban por ocultar la luz. El niño puede convertirse en piedra y sentirse atrapado. La luz y las piedras no pueden ocupar el mismo espacio. 

La abuela Kame’ekua concluía que lo único que tenía que hacer el niño era volcar el cuenco y vaciarlo de piedras para que la luz volviera a crecer, porque la luz no desaparece jamás. Se oculta bajo las piedras, pero siempre está ahí.»

No dudes en leer y releer muchas veces esta historia; adopta la sabiduría innata de los niños, que no se cansan de escuchar siempre los mismos cuentos, porque hablan directamente al corazón.

Porque la comprensión de ho’oponopono no se da en nuestro intelecto sino a otro nivel. Por esta razón es importante dejar de lado todo lo que hemos aprendido y todo cuanto «creemos saber», pues en realidad no son más que obstáculos que nos impiden acceder a la sabiduría y a la luz que todos tenemos en nuestro interior.

Ho’oponopono nos invita a adoptar una nueva forma de estar en el mundo. Para comprender mejor esta nueva actitud que vamos a integrar en nuestra vida, he aquí algunos principios que te invito a explorar:

• Mis pensamientos crean la realidad física que percibo.

• Si mis pensamientos son puros, crean una realidad física rebosante de amor y de paz.

• Cuando mis pensamientos están cargados de recuerdos del pasado y desprovistos de
amor, se manifestarán exteriormente en forma de problemas o conflictos.

• Soy responsable al 100 % de mis propios pensamientos y de la realidad física que
manifiestan. Al reconocer que soy plenamente responsable de mis pensamientos,
puedo empezar a transformarlos.

• Nada existe fuera de mí. Todo existe gracias a los pensamientos de mi mente.

Estos principios parecen fáciles, pero pueden ser difíciles de asumir. No se trata de creerlos sin más, sino más bien de experimentarlos y validarlos gracias a tu
propia experiencia.


























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