La teoría de la Profecía Autocumplida expone la importancia de enseñar a nuestros hijos, alumnos, empleados, amigos etc… confianza, poder y expectativas de éxito ya que inconscientemente tratamos de hacer realidad las esperanzas que depositan en nosotros, nuestra conducta intenta ser coherente con las creencias que tienen sobre nosotros y que acabamos creyendo.
Como en la leyenda, el efecto Pigmalión es el proceso mediante el cual las creencias y expectativas de una persona respecto a otro individuo afectan de tal manera a su conducta que el segundo individuo tiende a confirmarlas.
Sean buenas o sean malas cuando tenemos una creencia firme respecto a alguien, acaba cumpliéndose. Y así se demuestra el efecto tan nocivo que produce menospreciar o ignorar las capacidades o habilidades de los demás.
La autoestima de los niños va a depender en gran medida de cómo
los adultos les motivemos y animemos. Si
perciben que no creemos en ellos, desarrollarán la creencia de que todo
esfuerzo es inútil, pues no van a ser capaces de lograr su objetivo igualmente
si insistimos constantemente con frases como:
“Eres muy malo y desobediente”, “No te enteras de nada”, “es torpe” “No vales” “Sabía que lo ibas a hacer mal”, “lo mal que te portas” o “lo malos que sois, "no se te ocurre nada bueno”...
Éstas y otras muchas frases conseguirán que el niño se reafirme en un comportamiento negativo, sus creencias sobre si mismo irán siendo muy limitantes y su autoestima se verá dañada cada vez más ya que es el mensaje que están recibiendo. La autoestima de un niño, su confianza en sí mismos... depende de los mensajes positivos que le envíen los padres, adultos, profesores. Con frases como “tu puedes”, “lo vas a hacer muy bien” “Cada día lo haces mejor, te superas día a día”... transmitimos al niño confianza en sus capacidades.
Igualmente en el ámbito laboral trabajan mejor y con más éxito los que reciben la aprobación y reconocimiento a su valía de sus jefes (a veces, basándose en sus competencias, rendimiento etc…y otras veces sin ellas, precisamente para que confíe en sí mismo y vea todo lo que puede conseguir). Un superior o adulto que constantemente duda de nuestra capacidad o habilidad puede provocar que acabemos dudando de nosotros mismos, aunque no haya nada que justifique o sustente este pensamiento.
“Eres muy malo y desobediente”, “No te enteras de nada”, “es torpe” “No vales” “Sabía que lo ibas a hacer mal”, “lo mal que te portas” o “lo malos que sois, "no se te ocurre nada bueno”...
Éstas y otras muchas frases conseguirán que el niño se reafirme en un comportamiento negativo, sus creencias sobre si mismo irán siendo muy limitantes y su autoestima se verá dañada cada vez más ya que es el mensaje que están recibiendo. La autoestima de un niño, su confianza en sí mismos... depende de los mensajes positivos que le envíen los padres, adultos, profesores. Con frases como “tu puedes”, “lo vas a hacer muy bien” “Cada día lo haces mejor, te superas día a día”... transmitimos al niño confianza en sus capacidades.
Igualmente en el ámbito laboral trabajan mejor y con más éxito los que reciben la aprobación y reconocimiento a su valía de sus jefes (a veces, basándose en sus competencias, rendimiento etc…y otras veces sin ellas, precisamente para que confíe en sí mismo y vea todo lo que puede conseguir). Un superior o adulto que constantemente duda de nuestra capacidad o habilidad puede provocar que acabemos dudando de nosotros mismos, aunque no haya nada que justifique o sustente este pensamiento.
Y no olvidemos que los errores nos
ayudan a aprender y ante él simplemente decir o pensar: “no hay problema, sé que
puedes hacerlo bien, todos nos equivocamos en algún momento y así sabemos cómo
no debemos hacerlo”
No tienes más que probarlo y los
resultados no solo te sorprenderán sino que ayudarán. Igualmente pruébalo
contigo si crees que no vales, no mereces o no eres nada… insiste en decirte
que vales, que puedes conseguirlo, que crees en ti, que lo mereces…. Refuerza
tu autoestima y la de los que te rodean. Hagamos un mundo mejor.
“Tanto si crees que puedes, como
si crees que no puedes… Tienes razón” (Henry Ford).
Rosenthal y Jacobson fueron
quienes estudiaron este efecto. En los años sesenta realizaron un pequeño
experimento en una escuela californiana. El estudio consiste en dar información
falsa a los profesores acerca de la capacidad intelectual de algunos de sus
alumnos.
A los profesores se les dijo que
se había realizado un test de inteligencia de sus alumnos, y que se había
comprobado que una serie de estudiantes tenían un gran coeficiente intelectual.
En realidad, los alumnos habían sido escogidos al azar, sin relación alguna con
el resultado del test. El estudio, que tomaba a los profesores como cobayas del
experimento, estaba designado para comprobar si aquellos alumnos respecto a los
que los profesores tenían mayores expectativas terminarían mostrando un mayor
crecimiento intelectual que el resto de los alumnos del grupo cuando se les
evaluase posteriormente.
Al final del experimento, algunos
de los estudiantes de los que se tenía la expectativa que eran más capacitados,
mostraron unos resultados en los test de inteligencia superiores a los que se
hubiese esperado de ellos sin la intervención realizada, y las notas obtenidas
en los test fueron superiores a los de otros estudiantes de capacidades
similares.
Estos resultados llevaron a los
investigadores a concluir que las expectativas infladas que los profesores
tenían sobre determinados estudiantes, y muy probablemente el comportamiento
que tuvieron con ellos posteriormente para acompañar estas expectativas, fueron
la causa de que los estudiantes experimentaran un crecimiento intelectual
acelerado.