Las etapas del duelo

Negación, Ira, Negociación, Depresión, Aceptación. Esperanza

Negación y aislamiento: la negación nos permite amortiguar el dolor ante una noticia inesperada e impresionante; permite recobrarse. Es una defensa provisoria, y pronto será sustituida por una aceptación parcial: “no podemos mirar al sol todo el tiempo”.


Ira: la negación es sustituida por la rabia, la envidia y el resentimiento; surgen todos los por qué. Es una fase difícil de afrontar para los padres y todos los que los rodean; esto se debe a que la ira se desplaza en todas direcciones, aun injustamente. Suelen quejarse por todo; todo les viene mal y es criticable. Luego pueden responder con dolor y lágrimas, culpa o vergüenza. La familia y quienes los rodean no deben tomar esta ira como algo personal para no reaccionar en consecuencia con más ira, lo que fomentará la conducta hostil del doliente.


Negociaciónante la dificultad de afrontar la difícil realidad, más el enojo con la gente y con Dios, surge la fase de intentar llegar a un acuerdo para intentar superar la traumática vivencia.

Depresión: cuando no se puede seguir negando la persona se debilita, adelgaza, aparecen otros síntomas y se verá invadida por una profunda tristeza. Es un estado, en general, temporario y preparatorio para la aceptación de la realidad en el que es contraproducente intentar animar al doliente y sugerirle mirar las cosas por el lado positivo: esto es, frecuentemente, una expresión de las propias necesidades, que son ajenas al doliente. Esto significaría que no debería pensar en su duelo y sería absurdo decirle que no esté triste. Si se le permite expresar su dolor, le será más fácil la aceptación final y estará agradecido de que se lo acepte sin decirle constantemente que no esté triste. Es una etapa en la que se necesita mucha comunicación verbal, se tiene mucho para compartir. Tal vez se transmite más acariciando la mano o simplemente permaneciendo en silencio a su lado. Son momentos en los que la excesiva intervención de los que lo rodean para animarlo, le dificultarán su proceso de duelo. Una de las cosas que causan mayor turbación en los padres es la discrepancia entre sus deseos y disposición y lo que esperan de ellos quienes los rodean

Aceptación: quien ha pasado por las etapas anteriores en las que pudo expresar sus sentimientos -su envidia por los que no sufren este dolor, la ira, la bronca por la pérdida del hijo y la depresión- contemplará el próximo devenir con más tranquilidad. No hay que confundirse y creer que la aceptación es una etapa feliz: en un principio está casi desprovista de sentimientos. Comienza a sentirse una cierta paz, se puede estar bien solo o acompañado, no se tiene tanta necesidad de hablar del propio dolor… la vida se va imponiendo.


Esperanza:  es la que sostiene y da fortaleza al pensar que se puede estar mejor y se puede promover el deseo de que todo este dolor tenga algún sentido; permite poder sentir que la vida aún espera algo importante y trascendente de cada uno. Buscar y encontrar una misión que cumplir es un gran estímulo que alimenta la esperanza. Ayúdate aprendiendo alguna técnica de relajación y respiración. Cada etapa no tiene un tiempo estipulado, depende de cada persona. Algunas personas pueden estar más tiempo en la “ira” y menos tiempo en la “depresión”.  Puedes identificar en cual te encuentras y esto te ayudará a superarla. 

A causa del dolor, a veces hay un deseo o tentación de acelerar el proceso, o incluso de apartarlo. Para el alma, el dolor es una expresión de amor, y todas las expresiones de amor son sanadoras. Si nos resistimos al dolor, literalmente envolvemos nuestro dolor en energía y lo encerramos. Llorar es el modo natural que tiene el cuerpo de limpiar tal densidad energética; las lágrimas hacen que fluya la energía, y de ese modo permiten la sanación.

Los Cuatro Pasos:

Aceptar la pérdida
 
Aunque sea la cosa más difícil que has hecho en toda tu vida, debes llegar a aceptar esta dura realidad: tu ser querido ha muerto y no va a regresar. Aceptar con la cabeza es fácil, sabes que ha muerto. Lo difícil es aceptar con el corazón. Es pues muy normal un tiempo (pueden ser meses) en el que te niegues o te rebeles contra la dura realidad. Date tiempo.
 
Hablar de tu pérdida, contar las circunstancias de la muerte, visitar el cementerio o el lugar donde se esparcieron los restos…Todo esto te puede ayudar poco a poco, y con mucho dolor, a ir aceptando el hecho de la muerte. Sabrás que has podido dar este paso, cuando pierdas toda esperanza de recuperar a tu familiar o amigo, será el momento de la verdadera despedida.
 
Aceptar la pérdida puede resultar especialmente difícil si la muerte fue inesperada o violenta, si estabas lejos cuando ocurrió y no pudiste participar en los ritos funerarios, si no se recuperó el cadáver, si se trata de la muerte de un niño... 

Sentir el dolor
Necesitas también sentir el dolor y todas las emociones que le acompañan: tristeza, rabia, miedo, impotencia, desesperación, culpa… Habrá personas que te dirán: “Tienes que ser fuerte”. No les hagas caso. No escondas tu dolor. Comparte lo que te está pasando con tu familia, amigos de confianza…No te guardes todo para ti mismo por miedo a cansar o molestar. Busca aquellas personas con las cuales puedes expresarte tal y como estás.
 
Si no quieres compartir o mostrar tus emociones a otros, no tienes porque hacerlo, pero debes buscar otras manera de dar salida y vivir tus emociones en privado.

Aprender a vivir sin esa persona
 
Recuerda que hay tiempo para todo, para sentir y vivir el duelo, pero también para hacer, para ocuparte de las muchas actividades de la vida cotidiana. Aunque sientas que el mundo se ha parado para ti, también es cierto que la vida sigue con sus muchas y quizás nuevas exigencias. Una actitud adecuada sería aquella que busca un cierto equilibrio entre el sentir y el hacer.
 
Así, hacer el duelo significa también aprender a vivir sólo/a,  aprender a tomar decisiones por ti mismo/a, aprender a desempeñar tareas que antes hacía el fallecido, aprender nuevas formas de relación con la familia y amigos, aprender un nuevo sentido del mundo y de uno mismo...

 
Recuperar el interés por la vida y por los vivos
 
Llega un momento en que sabes que es necesario soltar el dolor y el pasado. La vida te espera llena de nuevas posibilidades.  No hay nada malo en querer disfrutar, en querer ser feliz, en querer establecer nuevas relaciones… En el caso de la muerte de la pareja, no hay motivo para avergonzarse si aparece de nuevo el deseo sexual. En realidad, el corazón herido cicatriza abriéndose a los demás. Esto es lo que escribía una adolescente a su madre 2 años después de perder a su padre: “Existen otras personas a las que amar, y eso, no significa que quiero menos a papá”.
 

Finalizar el duelo no es olvidar... Para cada persona puede significar cosas distintas:
 
  • Puede significar llegar a perdonarle y perdonarte por todo lo que quizás no fue la relación, por todo lo negativo, por el daño causado...
  • Pensar en él o ella sin sentir ya ese latigazo de dolor y recordarle con ternura y agradecimiento por lo vivido juntos. 
  • Es poder dar un sentido a todo lo que has vivido en estos meses o años.
  • Es entender con el corazón en la mano que el AMOR no se acaba con la muerte 

En cierto modo, nunca te recuperas de una pérdida significativa, porque ésta inevitablemente te cambia. Tu puedes escoger si ese cambio será a mejor
  
COMO AYUDAR A ALGUIEN QUE HA PERDIDO UN SER QUERIDO

Evitar las frases hechas: "tienes que olvidar", "debes ser fuerte". Si no sabes que decir, no digas nada. Lo que más necesitan al principio es hablar y llorar.

Tener en cuenta las actitudes que no ayudan: no intentes buscar una justificación a lo ocurrido, no es el momento de ver las ventajas de una nueva vida.

Dejar que se desahoge: no lo distraigas de su dolor, no temas tú mismo llorar o emocionarte.

Permitir que hable del ser querido que ha muerto: recordar a la persona amada es un consuelo para los sobrevivientes.

Mantener el contacto: principalmente en los momentos dolorosos, como aniversarios.

LOS NIÑOS Y EL DUELO

Sugerencias para acompañar a un niño que ha perdido un ser querido:

Ser completamente honesto con el niño/a: ellos ven las reacciones de los adultos y los cambios de rutina de la casa. Aconsejable apartarlo transitoriamente ante muertes repentinas o inesperadas. En menores de tres años la muerte es algo provisional y reversible. Explicar con ejemplos de la naturaleza.

Permitir que participe en los ritos funerarios: puede ayudarle a comprender qué es la muerte y a iniciar mejor el proceso de duelo. Explicar con anticipación lo que sucederá. No forzarlo nunca.

Animarle a expresar lo que siente: más fácil si se expresan en la familia. Temores frecuentes son: si él causó la muerte, si le pasará eso a él y quién lo va a cuidar.

Respetar su manera de afrontar la pérdida: frecuente son los cambios de carácter, alt. en el sueño, el apetito. Puede jugar a morirse.

Mantenerse física y emocionalmente cerca del niño: no temamos expresar nuestras emociones frente a él, así también las expresará. También respetar sus momentos solos.

Estar atentos a la aparición de signos de alerta: desinterés prolongado por actividades de la vida cotidiana, dificultades para conciliar el sueño, pérdida de apetito, miedo a quedarse solo, comportamiento infantil, expresiones repetidas del deseo de reencontrarse con el fallecido, alejamiento de amistades, fracaso escolar importante o negativa de ir a la escuela.


DUELO EN EL ADOLESCENTE

Se pide a menudo a los adolescentes ser fuertes: incluso a veces que sostengan el dolor de otros, lo que hace que renuncie a su propio duelo (duelo congelado). Se le pide que se comporte "como adulto".

La adolescencia suele ser ya una etapa difícil: además de los cambios de su etapa, deben hacer frente a la pérdida de un ser querido. Es necesario apoyo afectivo.

Puede faltarles ayuda: si no la encuentra en su familia, busca a sus amigos, que en temas de la muerte se sienten impotentes o pueden ignorarlo.

Conflictos de relación: si fallece uno de sus padres, queda un sentimiento de culpa y de tarea "inacabada", en el sentido del proceso normal de independencia, lo que puede hacer del proceso de duelo algo más difícil.

Signos que indican que un adolescente necesita más ayuda: síntomas de depresión, dificultades para dormir, baja autoestima, fracaso escolar e indiferencia hacia esas actividades, deterioro en relaciones familiares y de amistades, conductas de riesgo (OH, drogas), negación del dolor.


MUERTE DE UN HIJO Y SU IMPACTO EN LA PAREJA

Los padres se sienten responsables de la protección de sus hijos y, su pérdida, suele ser vivida como un fracaso y con gran culpabilidad. Frecuente que se produzcan tensiones y conflictos.


Dificultades para aceptar que la pareja viva la pérdida a su manera: un miembro de la pareja puede sentir que al otro no le importa la muerte lo suficiente, como a él/ella.

Culpar a la pareja: reproches contínuos, irritabilidad hacia el otro.

Falta de sincronicidad: distintos momentos de dolor o recaídas. Esto puede llevar a que se eviten el uno al otro en los momentos difíciles.

Las relaciones sexuales: las necesidades de uno pueden aumentar y las del otro disminuír e incluso desaparecer.

Sugerencia: confianza en expresarse mutuamente los sentimientos, procurar mantenerse unidos a la pareja.

Los otros hermanos: pueden descuidarse. Ellos también sufren intensamente y tienen la necesidad de desahogarse. Hablar del fallecido y compartir, cada uno a su manera, el dolor de la pérdida puede ser la mejor manera de ayudarse unos a otros y afrontar sanamente la experiencia del duelo

Vivir la muerte de un ser querido es probablemente una de las cosas más  difíciles por las que pueda pasar un ser humano. La experiencia es única y distinta para cada persona y ninguna pérdida es comparable a otra, por lo que cada doliente siente y expresa su dolor de una sola manera, la suya.
 
A continuación están expuestas algunas sensaciones, sentimientos y reacciones experimentadas por otras personas que atraviesan tu misma situación.
Cuando muere tu pareja...
...el dolor que sientes puede ser tan terrible y dispara emociones tan fuertes, que te darán miedo y te parecerán imposibles de soportar...
 
...o puede que no sientas tanto dolor como esperabas..., o que no sientas nada..., y es que estás bloqueada..., no pienses que no le querías o que eres mala, no enterarte muy bien de lo que pasa es una defensa de la mente para no romperse...
 
...puedes desesperarte, estar enfadada con todos y contigo misma..., rabiosa, agresiva, irritable…, y sentirte celosa de las otras parejas…, o culpable por no insistir más en que dejara de fumar o se cuidara; se lo dijiste tantas veces... y no te hizo caso..., e incluso experimentar alivio... porque finalmente ha dejado de sufrir..., y se acabó todo... 

Tener estos sentimientos es lo normal en tus circunstancias, no eres un bicho raro ni te vas a volver loca…, eso sí serán unos sentimientos muy intensos y te vendrán a tirones... y cuando te sacuden parece que te partes de sufrimiento…, llora..., llora profunda y amargamente..., será un desahogo y el nudo de tu pecho se irá deshaciendo.

Continuamente te preguntarás ¿por qué?, ¿por qué ahora? que estabais tan bien..., lo teníais todo..., él había empezado a cuidarse..., jubilado… ¿por qué él?, es injusto..., y todo sigue igual... Para todo esto nadie tiene respuestas..., pero quizás tu encuentres algún sentido a lo que te ha ocurrido..., o no.
 
Observarás que todos te evitan -a veces médicos y enfermeras incluidos- ...tranquila, no estás apestada, no tienes la culpa de nada..., el problema es nuestro, la muerte nos pone nerviosos... La gente no acertará a decirte nada sensato... o utilizará frases hechas del tipo de: “....bueno, mejor así, para como estaba…, te acompaño el sentimiento..., lo sentimos, pobrecita....”; o te pregunte: “¿como estás?...” y en vez de aliviarte te enfades todavía más y pienses: “...éste es tonto, pues como voy a estar... mal…, como puedo estar si se ha muerto mi marido, ¡mal!… ¡que cosas me preguntan…! No lo tengas muy en cuenta..., tiene su explicación: ¡¡¡la muerte nos aterroriza!!!

Quizás encuentres algo de alivio en hablar con otras viudas o personas de tu entera confianza, o si escribes una carta a tu marido, o le hablas a su foto, o escribes un diario sobre lo que te está ocurriendo, o preparas un álbum de fotos de cuando él vivía...
 
Puede que notes...
  • un nudo en la garganta, como un tropiezo que incluso te molesta al tragar y no se te va con la tos.
  • tensión muscular en el cuello o en la espalda..., o en todo el cuerpo.
  • dolores y molestias en el pecho, como que algo te aprieta... y no te lo puedes soltar..., o que te atraviesa y te desgarra..., o sensación de tener un nudo en el estómago y en la tripa.
  • dificultades para dormir..., te cuesta conciliar el sueño o te despiertas a la mínima de madrugada y no puedes volver a dormir.
  • mucho nerviosismo, como ansiedad, que no puedes parar por dentro..., o auténtico pánico.
  • falta de apetito o que no puedes dejar de comer.
  • que ves a tu marido, que le oyes o le sientes...
  • como un casco entre la frente y la nuca que te aprieta toda la cabeza.
  • sensación de tener un nudo en el estómago o malas digestiones.
  • dolores de tripas, estreñimiento o diarreas, o ambos.
  • dificultades para concentrarte.
... y que sientas...
  • tristeza, melancolía, depresión.
  • falta de memoria.
  • culpa y reproches continuos por cosas que ocurrieron, o por las que no ocurrieron, en la relación a tu marido.
  • enfado, irritabilidad o verdadera rabia, dirigida contra tus familiares, médicos, enfermeras, contra ti misma, contra Dios o contra tu propio marido.
  • que te entren las ganas de llorar de repente y no puedas controlarlo.
  • cambios de humor repentinos.
  • incomodidad al estar con otras personas o, por el contrario, que no quieras estar sola por nada del mundo.
  • pensar que lo que te ha ocurrido no es cierto, que tu marido no ha muerto, que realmente no ha pasado nada, que todo era un sueño, una película.
  • como que haces las cosas automáticamente, igual que un robot.
  • un vacío y falta de ganas de vivir o incluso deseos de morirte para irte con él.
  • pensamientos que te acosan, acerca de si las cosas hubieran ocurrido de otra manera, y los rumias... y les das vueltas y más vueltas...
  • miedo al futuro y a la soledad.
  • deseos de desaparecer, de irte a no sé donde, o de trabajar mucho para huir del dolor que tienes.
  • sentir que estás enloqueciendo cuando la intensidad de los sentimientos te sobrepasan.
 
¿Qué puedes hacer para sentir cierto alivio y consuelo?
  • cuidarte física y mentalmente, darte tiempo…
  • al principio no te fuerces a comer más de lo que te apetezca.
  • trata de hacer ejercicio físico regular: pasear, correr, nadar, andar en bici… te ayudará a relajarte.
  • ¡ojo! al café, te pone más nerviosa y te da más angustia; ¡cuidado con el alcohol!, puede llevarte a la depresión; controla el tabaco, se puede convertir en un problema serio; y utiliza los medicamentos razonablemente, si tienes dudas al respecto consulta con tu médico de familia. 
  • procura llevar una vida lo más equilibrada posible, donde tengas un tiempo para el reposo, el trabajo, y la reflexión o la oración si eres creyente.
  • sé muy paciente contigo misma; recuerda que lo que te ocurre es normal en tu situación, aun cuando a menudo te encuentres desbordada y desorientada.
  • intenta mantener el contacto con los que te quieren: familiares, amigos,... y si por tu dolor te habías apartado... vuelve poco a poco a relacionarte con ellos; es importante tener familiares y amigos con los que puedas hablar, te ayudarán.
  • no te importe volver a contar lo que ocurrió, habla de cómo falleció…, de lo que sentiste, lo que hiciste…
  • revisa los recuerdos de tu vida en común, los buenos… pero también los malos, te aliviará.
  • ten presente que tu dolor es único, es tuyo, y por lo tanto no es comparable; no midas, pues, lo que progresas comparándote con otros, no sirve.
  • permítete llorar, el llorar profundamente alivia de verdad, es un desahogo y una “salida” a tu dolor acumulado.
  • cuando te venga la culpa, reflexiona… y repasa lo que hiciste, “hice esto, y lo otro, y lo de más allá…”, ¿de verdad piensas que podías haber hecho más de lo que hiciste…?
  • el luto interior lleva su tiempo y las emociones van y vienen, y a veces -como decíamos antes- a golpes, ve a tu ritmo.
  • quiérete y no seas muy crítica contigo misma, insistimos, tómate tu tiempo.  
  • busca sostén tanto dentro como fuera de la familia; tus familiares son seres humanos y tienen sus limitaciones, piensa que probablemente cada uno tenga lo suyo, para ellos era su hermano, su padre…
  • a muchos se nos ha educado para ser independientes y nos cuesta pedir ayuda, pero todos la necesitamos; solicita ayuda y acepta la que se te ofrece.
  • te aseguramos que llegará un momento en el que tu vida volverá a encarrilarse, pero también te decimos que nada será igual, hay un antes y un después, y por eso te recomendamos que busques nuevas maneras de hacer las mismas cosas que antes hacías y que hagas cosas diferentes, piensa que ahora siempre hay alguien que te puede ayudar desde el otro lado.
  • permítete volver a vivir.
 
Piensa que... no estás enferma... solamente estás penando tu pérdida, llorándola..., que sufres toda tú, tu cuerpo y tu espíritu, y por eso te duele todo..., te duele hasta el alma, estás mal, tus tripas, tu corazón, tu cabeza, tus nervios... toda tú..., y para esto... no hay medicamentos, por eso a veces es tan difícil que encuentres ayuda profesional. Sin embargo, poco a poco,  vamos tomando conciencia de que podemos ayudar, y en eso estamos…
 
Finalmente... ¡¡recuerda que todos somos diferentes y únicos!!... y que por lo tanto esto te ha podido servir... o no... o incluso enfadarte más... ¡¡todo puede ser!!