La Naturaleza. Eckhart Tolle


Dependemos de la naturaleza no solo para nuestra supervivencia física. También necesitas a la naturaleza para que nos enseñe el camino a casa, el camino de salida de la posición de nuestras mentes. Nos hemos perdido en el hacer, en el pensar, en el recordar, en el anticipar.  Estamos perdidos en un mundo de problemas…propios del siglo XXI. Hemos olvidado lo que las rocas, las plantas y los animales ya saben.  Nos hemos olvidado de SER:  de ser nosotros mismos, de estar en silencio, de estar donde está la vida: 

AQUÍ Y AHORA
Llevar la atención a una piedra, al árbol o a un animal no significa “pensar en ellos”, sino simplemente percibirlos, darte cuenta de ellos, sentir que están.

Entonces ellos te transmiten algo de su esencia.  Sientes lo profundamente unificado con lo que ES y con donde está al darte cuenta de ello, tú también entras en un lugar de profundo reposo dentro de ti mismo.

Cuando caminas o descansas en la naturaleza, honra ese reino, permaneciendo allí plenamente.  Serénate.  Mira.  Escucha.  Disfruta.



Observa cómo cada planta y animal son completamente ellos mismos.  Auténticos. Sin artificios ni falsedad. No viven a través de imágenes mentales de sí mismos y por eso no tiene que proteger y potenciar esas imágenes.

Todas las cosas naturales, además de estar unificadas consigo mimas, están unificadas con la totalidad.


No se han apartado del entramado de la totalidad reclamando una existencia separada: “yo”, el gran creador de conflictos.
Tú no creaste tu cuerpo y tampoco eres capaz de controlar las funciones corporales.
En tu cuerpo opera una inteligencia mayor que la mente humana.  Es la misma inteligencia que lo sustenta todo en la naturaleza.  Para acercarte al máximo a esa inteligencia, sé consciente de tu propio campo energético interno, siente la vida, la presencia que anima el organismo.
Cuando percibes la naturaleza, tan  solo a través de la mente,  a través del pensamiento, no puedes sentir su plenitud de vida, de ser.  Únicamente ves la forma y no eres consciente de la vida que la anima, del misterio sagrado.


El pensamiento reduce la naturaleza a un bien de consumo, a un medio de conseguir beneficios, conocimientos o algún otro propósito práctico.
Observa, siente un animal, una flor, un árbol, y mira como descansa el ser.  Cada uno de ellos es el mismo.  Tienen una enorme dignidad, inocencia, santidad.
En el momento en que miras más allá de las etiquetas mentales, sientes la dimensión inefable de la naturaleza que no puede ser comprendida por el pensamiento.
Es una armonía, una sacralidad que además de compenetrar la totalidad, también está dentro de ti.
El aire que respiras es natural, como el propio proceso de respirar.  Dirige la atención al respirar y date cuenta que no eres tu quien respira.  La respiración es natural.

Conecta con la naturaleza del modo más íntimo e interno percibiendo tu propia respiración y permaneciendo en ella.  Es una práctica muy pura y energética.  Produce un cambio de conciencia que te permite pasar del mundo conceptual del pensamiento al ramo de la conciencia incondicionada.

Necesitas que la conciencia te enseñe y  ayude a reconectarte con tu ser. No estás separado de la naturaleza.  Todos somos parte de la Vida Única que se manifiesta en incontables formas en el universo, formas que están todas ellas interconectadas.
Cuando reconoces la santidad, la belleza, increíble quietud y la dignidad con las que una flor o un árbol existen, tu añades algo a ese árbol o a esa flor.

Pensar es una etapa en la evolución de la vida.  La naturaleza existe en una quietud inocente que es anterior a la aparición del pensamiento.  Cuando los seres humanos se aquietan van más allá del pensamiento.  La quietud que está más allá del pensamiento contiene una dimensión añadida de conocimiento, de conciencia.

La naturaleza puede llevarte a la quietud.  Ese es su regalo para ti.  Cuando percibes la naturaleza y te unes a ella en el campo de quietud, este se llena de tu conciencia.  Ese es tu regalo a la naturaleza. A través de ti, la naturaleza toma conciencia de sí misma. Es como si la naturaleza te hubiera esperado millones de años para hacerlo.