La Escuela de los Animales.

Extraído del libro "La Intuición"
La inteligencia es la capacidad innata de ver; de percibir. Todo niño nace inteligente, después, la sociedad lo idiotiza. Lo educamos en la idiotez, y tarde o temprano se gradúa en idiotez.

La inteligencia es un fenómeno natural; tan natural como la respiración, como la vista. La inteligencia es la visión interior; es intuitiva. No tiene nada que ver con el intelecto, recuerda esto. No confundas nunca el intelecto con la inteligencia, son polos opuestos. El intelecto le pertenece a la cabeza; es algo que te enseñan otros, que te imponen otros. Tienes que cultivarlo. Es algo prestado, es algo ajeno, no es algo innato.


La inteligencia, en cambio, es innata. Forma parte de tu propio ser, de tu propia naturaleza. Todos los animales son inteligentes. No son intelectuales, es verdad, pero son inteligentes. Los árboles son inteligentes, toda la existencia es inteligente, cada niño que nace es inteligente. ¿Has visto alguna vez a un niño estúpido?  ¡Es imposible! En cambio, es muy raro encontrarte a un adulto inteligente; entre medias hay algo que falla.

 La historia: La Escuela de los Animales.

Los animales se reunieron un día en el bosque y decidieron crear una escuela. La junta directiva la formaron un conejo, un pájaro, una ardilla, un pez y una anguila. El conejo insistía en que una de las asignaturas fuera correr. El pájaro insistía en que una de las asignaturas fuera volar. El pez insistía en que nadar fuera una de las asignaturas y, la ardilla, en que la subida a losárboles en perpendicular era una materia imprescindible. Juntaron todas esas cosas e hicieron el plan de estudios. Insistieron mucho en que todos los animales dieran todas las materias.

Para el conejo, que sacaba «Sobresaliente» en correr, la subida a los árboles en perpendicular constituía un auténtico problema. No hacía más que caerse de espaldas. Al cabo de poco tiempo le dio una especie de derrame cerebral y ya no pudo volver a correr. Se encontró con que, en vez de sacar «Sobresaliente» en correr, estaba sacando «Bien» y, por supuesto, seguía sacando «Suspenso»
en la subida en perpendicular. 

El pájaro era buenísimo en vuelo pero cuando le tocaba arrastrarse por el suelo ya no lo hacía tan bien. No hacía más que romperse el pico y las alas. Al cabo de poco tiempo sacaba «Bien» en vuelo y «Suspenso» en correr y sufría lo indecible con la subida a los árboles en perpendicular. Al final, el animal que terminó siendo el mejor de la clase fue la tonta de la anguila que lo hacía todo a medias. Sin embargo, los profesores estaban muy contentos porque cada alumno daba todas las materias y lo llamaron «educación integral».

Nos reímos con esta historia pero, en realidad, esto es lo que sucede. Es lo que os ha ocurrido a vosotros. Realmente intentamos que todo el mundo sea igual a todo el mundo destruyendo, de esa manera, el potencial que tiene cada persona para ser ella misma.

La inteligencia se consume al imitar a los demás. Si quieres seguir siendo inteligente, tendrás que dejar de imitar. La inteligencia se destruye al copiar, al convertirse en una fotocopia. Cuando empiezas a pensar cómo ser como otra persona estás abandonando tu inteligencia y te estás volviendo idiota. Cuando te comparas con otra persona estás perdiendo tu potencial natural. De ese modo, nunca serás feliz ni limpio, claro, transparente.

Perderás tu claridad, perderás tu visión. Tendrás ojos prestados; pero ¿cómo vas a ver con los ojos de otra persona? Necesitas tus propios ojos, necesitas tus propias piernas para caminar, necesitas que lata tu propio corazón.  La gente vive una vida prestada por eso se paraliza su vida. Esta parálisis les hace parecer bastante idiotas.

En el mundo hace falta un tipo de educación completamente distinto. La persona que nace para ser poeta se demuestra a sí misma que es totalmente negada para las ma emáticas y la persona que podría ser un gran matemático no hace más que tragarse libros de historia y estar amargado. Todo está patas arriba porque la educación no se ajusta a tu naturaleza. No respeta en absoluto al individuo, fuerza a todo el mundo a ajustarse a un determinado patrón. Quizá, de casualidad, ese patrón se ajuste a algunas personas, pero la mayoría, se encuentra perdida y es infeliz.

La mayor infelicidad de la vida consiste en sentirse estúpido, inútil, tonto; nadie nace tonto; nadie nace tonto porque provenimos de la existencia. La existencia es pura inteligencia. Cuando venimos al mundo tenemos cierto sabor, cierta fragancia del más allá, pero inmediatamente la sociedad se abalanza sobre nosotros y empieza a manipular, enseñar, cambiar, cortar, añadir, y muy pronto pierdes tu figura, tu forma. La sociedad quiere que seas obediente, conformista, ortodoxo. Así se destruye tu inteligencia.

Vives en una prisión; puedes salir de ella. Será muy difícil salir de ella porque ya te has acostumbrado a ella. Será difícil salir porque no es como la ropa; hace tanto tiempo que vives en esta prisión que casi se ha convertido en tu piel. Te costará mucho salir porque es toda tu identidad, pero, si realmente
quieres recuperar tu auténtico ser, tienes que abandonarla.....

Busca de nuevo quién eres, empieza de cero. Piensa que, hasta ahora, has desperdiciado tu vida porque no has hecho más que obedecer. 

No hay ninguna persona que sea igual a otra, cada persona es única -esa es la naturaleza de la inteligencia- y no se pueden comparar. No te compares con nadie. ¿Cómo te vas a comparar? Tú eres tú y el otro es el otro. No os parecéis, la comparación no es posible. Sin embargo, nos han enseñado a comparar y estamos continuamente comparando. Directamente, indirectamente, conscientemente, inconscientemente, no dejamos de comparar. : esta persona es más guapa que tú, esa es más alta, aquella tiene mejor salud, pero esta, esa y aquella son otra cosa; otra persona tiene una voz preciosa... te agobiarás cada vez más si sigues comparándote. Estás rodeado de millones de personas; quedarás aplastado por tus comparaciones.

Además, tú tenías un alma maravillosa, un ser maravilloso que quería florecer para convertirse en una flor de oro, pero, tú impediste que esto ocurriera.
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