Dos bebés se encuentran en el útero, confinados en las paredes del seno
materno, y mantienen una
conversación.
Para entendernos, a estos gemelos les llamaremos Ego y Espíritu.
Espíritu
le dice a Ego:
—Sé
que esto va a resultarte difícil de aceptar, pero yo creo de verdad en que hay vida después del nacimiento.
Ego
responde:
—No
seas ridículo. Mira a tu alrededor. Esto es lo único que hay. ¿Por qué siempre tienes que estar
pensando en que hay algo más aparte de esta
realidad? Acepta tu destino en la vida. Olvídate de todas esas tonterías de vida después del nacimiento.
Espíritu
calla durante un rato, pero su voz interior no le permite permanecer en silencio durante más
tiempo.
—Ego,
no te enfades, pero tengo algo más que decir. También creo que hay una madre.
—¡Una
madre! —exclama Ego con una carcajada—. ¿Cómo puedes ser
tan absurdo? Nunca has visto una madre. ¿Por qué no puedes aceptar que esto es lo único que hay? La
idea de una madre es descabellada. Aquí
no hay nadie más que tú y yo. Ésta es tu realidad. Ahora cógete a ese cordón. Vete a tu rincón y
deja de ser tan tonto. Créeme, no hay
ninguna madre.
Espíritu
deja, con renuencia, la conversación, pero la inquietud puede con él al cabo de poco.
—Ego
—implora—, por favor, escucha, no rechaces mi idea. De alguna
forma, pienso que esas constantes presiones que sentimos los dos, esos movimientos que a veces nos hacen sentir
tan incómodos, esa continua recolocación y ese estrechamiento del entorno que
parece producirse a medida que crecemos, nos prepara para
un lugar de luz deslumbrante, y lo
experimentaremos muy pronto.
—Ahora
sé que estás completamente loco —replica Ego—. Lo único que has conocido es la oscuridad. Nunca
has visto luz. ¿Cómo puedes llegar a
tener semejante idea? Esos movimientos y presiones que sientes son
tu realidad. Eres un ser individual e independiente. Éste es tu viaje. Oscuridad, presiones y una
sensación de estrechamiento a tu alrededor constituyen
la totalidad de la vida. Tendrás que luchar contra eso mientras
vivas. Ahora, aférrate a tu cordón y, por favor, estate quieto.
Espíritu
se relaja durante un rato, pero al fin no puede contenerse por más tiempo.
—Ego,
tengo una sola cosa más que decir, y luego no volveré a molestarte.
—Adelante
—responde Ego, impaciente.
—Creo
que todas estas presiones y toda esta incomodidad no sólo van a llevarlos a una nueva luz
celestial, sino que cuando eso suceda vamos a encontrarnos con la madre cara a cara, y conocer un
éxtasis que
superará
todo lo que hemos experimentado hasta ahora.
—Estás
realmente loco. Ahora sí que estoy convencido.
Por qué aceptar y limitarnos
al sistema de creencias establecido por… ¿?
Somos sagrados,
y con el fin de saberlo debe trascender el viejo sistema
de creencias que ha adoptado.
Nuestro
propósito aquí es ascender de los niveles más bajos
de la vida a los planos más altos. Pero con el fin de avanzar hasta el siguiente nivel, debemos caer primero...
para adquirir y generar la energía necesaria
con que impulsarnos hasta un plano más elevado.
Cada
una de las caídas que uno experimenta es realmente una
oportunidad para adquirir energía. La energía así obtenida proporciona el impulso necesario para elevarse por
encima de lo alcanzado. Su yo
sagrado sabe que esas caídas son necesarias para el logro de dicha meta
Utiliza las
caídas para llegar a una conciencia más elevada y a la percepción de la divina presencia que siempre nos
acompaña. La energía que adquiere
es similar a la fuerza y decisión que reúne el atleta cuando retrocede
para impulsarse por encima de la barra del nuevo obstáculo.
Wayne W.
DYER