Un día decidí darme por vencido…renuncié
a mi trabajo, a mi relación, a mi vida. Fui al bosque y grité:
¿Puedes darme una buena razón para no darme por vencido? Pregunté.
Sembré a la vez las semillas del helecho y el bambú, y las cuidé igual. El helecho rápidamente creció. Su verde brillante cubría el suelo. Pero nada salió de la semilla de bambú. Sin embargo no renuncié al bambú.
Durante años, los helechos seguían creciendo frondosos y brillantes pero nada había del bambú, aun así, seguí cuidando de él, procurándole luz, agua y cariño
Hacia el quinto año un pequeño brote de
bambú se asomó en la tierra. En comparación con el helecho era
aparentemente muy pequeño e insignificante. Pero unos meses después el
bambú creció más de 20 metros de altura. Se había pasado cinco años
echando raíces fuertes y profundas que lo sostuvieran para llegar hasta lo más
alto.
Aquellas raíces lo hicieron fuerte y le dieron lo que necesitaba para crecer y sobrevivir.
¿Sabías que todo este tiempo que has estado luchando, realmente has estado echando raíces? Le dijo la voz. Dios no te da ningún reto que no seas capaz de lograr. El bambú tiene un propósito diferente al del helecho, sin embargo, ambos son necesarios y hacen del bosque un lugar hermoso.
Tu tiempo vendrá, y crecerás muy alto. Y crecerás lo mismo que el bambú y que el helecho, dijo.
Aunque con alturas distintas, ambos
crecieron lo más alto que pudieron, así debes hacer tú. Aunque te sientas
flaquear lucha y no desistas, echa raíces que te permitan crecer fuerte, pues
tu momento, tarde o temprano llegará.
Nunca te arrepientas de un día en tu
vida. Los malos momentos te dan experiencia, los buenos te dan felicidad, ambos
son esenciales.
Si no consigues lo que anhelas, no
desesperes… quizá sólo estés echando raíces…